martes, 15 de marzo de 2022

ZARAGOZA, LA 137ª, CUANDO SÓLO ACABAR YA ES UN ÉXITO

En este momento de mi vida por el que estoy pasando, con ponerme en la línea de salida de una media maratón y, conseguir acabarla, ya es un logro importantísimo.

Hace unos pocos años, planeaba con mucha antelación e ilusión a qué carreras me iba a inscribir y, en qué estado físico me encontraba para poder afrontarlas con una mentalidad u otra.

A esta media maratón de Zaragoza, me inscribí, casi "sobre la campana", tan sólo un par de días antes de que finalizara el plazo, acreditando un estado de forma muy bajo y gracias al empuje de los mensajes de los días anteriores de Santi y de "Chicote".


No diré los kilos que he "cogido", espero que de prestado, en estos tres últimos años, pero, los suficientes como para que la sensación de rodar largas distancias con la alegría con que lo hacía no hace tanto, haya desaparecido.

A las seis y media de la mañana del domingo salíamos, Santi, "Chicote" y yo hacia la capital para ir a correr, la que debería ser, mi 137 media maratón.

Un viaje ameno en el que volví a sentirme "yo", hablando de carreras, entrenos, recordando momentos y contando anécdotas que nos hicieron sonreír y eliminar un poco de tensión a esos instantes y nervios previos que siempre existen antes de una prueba.

Llegamos a Zaragoza con tiempo de sobra a la hora de salida pero, al encontrarnos cortado el acceso al puente de Santiago hizo que tuviéramos que dar muchísimas vueltas para poder encontrar, in extremis, un sitio para poder aparcar el coche.

De allí, prácticamente cambiados y, a paso ligero, nos dirigimos hacia la Plaza del Pilar a buscar los dorsales, aunque yo, tuve la fortuna de que me lo recogiera mi amiga Raquel el día anterior.

Mientras me cambiaba y colocaba el dorsal en el pecho, iba dando sorbos al café solo que me acababan de servir en la cafetería Santiago y casi, sin tiempo a digerirlo, nos tuvimos que desplazar, rápidamente, hacia la zona de salida, en el Paseo Echegaray.

Durante este trayecto, sentía cómo se me iluminaba la cara al ver y saludar a tantas caras conocidas que se han convertido tan cercanas para mí, después de más de veinte años corriendo pruebas por toda la geografía nacional.

Nos encontramos con los "Cubelos", padre e hijo y juntos nos dirigimos a nuestros respectivos cajones de salida.

Como en el momento de realizar la inscripción fui, perfectamente consciente de qué lugar me corresponde, seleccioné el cajón, cuya horquilla va, entre la 1h 40' y, la 1h 50'.

Tañen las campanas de la Basílica del Pilar, marcando las nueve de la mañana, escuchamos el pistoletazo de salida y, los más de tres mil corredores que estamos inscritos en los 21097 metros iniciamos la carrera.

Al estar en uno de los cajones más retrasados, tenemos que ir andando/trotando hasta que alcanzamos el arco de salida y poder dar inicio a nuestra carrera de manera oficial.

De inicio, vamos juntos, Santi, Pepe, "Chicote" y yo, aunque ya, en los primeros metros, "Chicote" va ganando posiciones y, poco a poco, se va alejando de nosotros.

Giramos hacia el Puente de Santiago y sentimos el aire que nos empieza a dar de manera lateral, aunque, afortunadamente, no tanto como anunciaban las previsiones, algo que, conociendo cómo sopla el "cierzo" en Zaragoza, agradecemos mucho.

A mis compañeros, les comento con ironía, que me tendría que haber hecho una camiseta para correr esta media que pusiera: "Hubo una vez que yo hice aquí 1h 27' ", en recuerdo a esos años dorados en los que, bajar de la "horatreinta" era el objetivo principal.

Durante el callejeo de esos primeros kilómetros, Pepe se descuelga y, seguimos con Santi en dirección al Puente de Hierro que debemos hacer en sentido ida y vuelta, para dirigirnos de nuevo, al Paseo Echegaray donde alcanzamos el kilómetro cinco y primer punto de avituallamiento.

El tiempo de paso en el primer cinco mil es en 25' 21", está dentro de lo previsto.

Hasta el kilómetro siete, primer tercio de la carrera, no abandonamos el paseo donde se ha iniciado la carrera, hasta que girando a la izquierda, iniciamos la subida por la calle San Vicente de Paúl  y alcanzamos el Coso, donde está ubicado el kilómetro ocho de la prueba.

Esa calle, en subida, "pica" a las piernas y estoy seguro que, influirá mucho, en la segunda vuelta, cuando ya nos encontremos en los últimos dos kilómetros para meta.

Ahora llega el tramo más bonito de esta media maratón, el que nos va a llevar a transitar por las calles Don Jaime, Espoz y Mina y calle Alfonso para culminar en la Plaza del Pilar.

Son mas de mil metros los que discurren entre esas calles, donde el público se agolpa tras las vallas para animar a los que por allí pasamos.

Alcanzamos, junto a Santi, la Plaza del Pilar y salimos, de nuevo hacia el Paseo Echegaray, en dirección al kilómetro diez de la prueba.

El paso por este, en la Avenida Pirineos, lo hacemos en un tiempo de 50'10", más rápido que el primer cinco mil y , con la perspectiva de que, sin mantenemos este ritmo, podríamos finalizar la prueba en un tiempo de 1h 45', algo que, para mi "yo presente", ya sería un éxito total.

Vamos manteniendo, durante los últimos siete kilómetros, medias por debajo de los cinco minutos y, lo que es mejor, manteniendo con Santi, una conversación más o menos fluida.

Para llegar al trece, debemos de superar un repecho, en la calle Arquitecto Lafiguera, que se une con los primeros metros del Puente de Piedra, que se me atraganta y hace que empiece a ver saltar alguna "alarma" en mi cuerpo.

Allí, cruzando el puente, alcanzamos a Carlos, otro barbastrense que se une unos metros con nosotros para después descolgarse, poco antes de llegar de nuevo, a la animadísima zona, donde, poco más de una hora antes habíamos tomado la salida.

Volvemos a cruzar el puente de Hierro, dirección a la Avenida Virgen del Pilar y, al Paseo de la Ribera, donde encontraremos el kilómetro quince de la carrera.

Como dato curioso, en esta media maratón, se llegan a cruzar, hasta un total de ocho puentes, usando los de Santiago, el de Hierro, el de Piedra y el de Ronda Hispanidad.

Empiezo a sentir que no voy del todo bien y que la "gasolina" se me está acabando y, le digo a Santi que, si está bien, que tire para adelante.

Él, en un primer momento me dice que no, pero llegando al kilómetro quince y, después de haber vuelto a decirle que se fuera, me hace caso y se adelanta, situación que me alivia notablemente porque siento que no voy a ir a mejor, sino a peor.

Siempre digo que, cuando se da una circunstancia no hay que pensar que se trate de una descortesía, o de dejar "tirado" a un compañero.

Si uno se encuentra bien y, el otro no tanto, el que va bien tiene que estar frenando todo el rato y, el que va mal, tratando de seguir el ritmo, sufre más.

Veo cómo Santi se aleja y yo, bajo otro punto más de ritmo para ver si, poco a poco, puedo ir recuperando alguna sensación buena.


El paso por el kilómetro quince lo hago en un tiempo de 1h 15' 34", 35" peor que el último cinco mil pero, con la negra perspectiva que, mi cuerpo no va a ir a mejor.

Poco a poco veo con impotencia cómo, corredores que, kilómetros antes, había adelantado, me van pasando con suma facilidad, mientras yo trato de "agarrarme" en algún grupo que me cobije y me "lleve" esos últimos compases de la carrera.

Llegar al kilómetro diecisiete de carrera supone tener que atravesar el puente de Ronda Hispanidad, con un inicio en subida que me resulta como un "puyazo" en todo lo alto y que hace que el ritmo medio se vaya, en ese kilómetro a los 5'19".

Me engancho a tres corredores y con ellos llego al final del puente antes de girar a la derecha e iniciar la bajada hacia, una vez más, el Paseo Echegaray.

Kilómetro dieciocho, sigo manteniendo el tiempo medio del anterior pero se empiezan a "encender" varias luces en mi "cuadro de mandos mental".

Me va a tocar sufrir mucho y tirar de "veteranía" para poder afrontar los últimos tres mil metros hasta meta y eso, sabiendo que, esos últimos kilómetros son en los que uno debería llegar más entero para poder disfrutarlos pero, desgraciadamente, esta vez, no va a ser así.

Llego al final del Paseo Echegaray, giro a la izquierda y recibo
otro "puyazo" en las piernas, al tener que iniciar la subida de la calle San Vicente de Paúl.

Me cuesta una barbaridad llegar hasta el cruce con el Coso, donde espera el kilómetro veinte de carrera.

El tiempo total, al paso del "veinte" es en 1h 42' 35", 27'01" el último "cinco mil" y, el paso medio de esos últimos mil metros han sido en...¡5'44"!".


Entro ya en la calle Don Jaime para cubrir el último kilómetro hasta la línea de meta.

Voy con el "depósito" en "reserva" total y no veo el momento de acabar.

Tras pasar por la calle Alfonso, llego a la Plaza del Pilar, para alcanzar el kilómetro 21 (en 5'41") y, cien metros después, cruzar por fin, la línea de meta.

Finalizo mi 137ª media maratón, con un tiempo de 1h 49' 24", la segunda peor marca de toda mi vida pero, como decía al inicio, con la enorme satisfacción, de seguir corriendo y acabando la que siempre ha sido, mi prueba, mi distancia más querida.

Esta ha sido la décima vez que corría en la capital de Aragón, siendo en 2004, la primera, en la que la acabé con un tiempo de 1h 32' 52", otros tiempos...otros kilos...otra vida.

Tras la carrera, el reencuentro con mis compañeros, "Chicote", Santi, Martín y Pepe, cambiarnos un poco, comernos un pincho de tortilla con una coca cola y vuelta a casa con la satisfacción personal de poder seguir con esta ilusión.

"Las ilusiones no se marchitan porque no son flores, sino semillas"

 












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