sábado, 30 de octubre de 2021

LA 135, EN BARBASTRO Y, DISFRUTANDO COMO NUNCA

Cómo la segunda peor marca en media maratón de mi vida, se pudo convertir en la que más disfruté y me divertí.

Desde hacía un año justo, bueno, para ser más exacto, 364 días, no me había colocado un dorsal en el pecho ni había corrido más de dieciséis kilómetros seguidos en alguna de mis salidas.

Así que, con estos "mimbres" y 1629 kilómetros acumulados en mis piernas, desde la última media maratón que había disputado en 2020, me inscribí para correr la 29ª edición del Medio Maratón Ruta Vino del Somontano, mi media preferida, como he dicho tantas veces, la "niña de mis ojos".

De entre todas las cosas buenas que me ha aportado y me sigue aportando "esto del correr", la que sin lugar a dudas más valoro es, esa gran cantidad de buenos amigos que he ido haciendo a lo largo de estos veinte años que llevo participando en diferentes carreras por toda España.

Y uno de ellos es mi buen amigo, el aspense, Pedro Mira que, desde el año 2010, viene hasta Barbastro para montar el arco de meta, suministrar camisetas y, por supuesto, participar en la carrera. 

El sábado por la tarde, quedé con él, Víctor y David, compañeros y amigos que vinieron a acompañarle a nuestra ciudad, en la tienda de Julián Mairal, para recoger el dorsal , la bolsa del corredor y, cómo no, tomarnos un par de vinos y algún platito de buenos embutidos.

He de confesar que, la noche previa a la carrera no dormí del todo bien, estaba inquieto, nervioso y, lo que es peor y hacía mucho tiempo que no me pasaba, inseguro.

Creo recordar que, desde aquel uno de abril de 2001, cuando corrí mi primera media maratón en Sabiñánigo, nunca había estado tanto tiempo sin correr, la que siempre he considerado como mi distancia favorita.

Antes de que sonara el despertador, sobre la siete de la mañana, ya estaba con los ojos abiertos y con ese nudo en el estómago de los días importantes.

Tras el desayuno y, comprobar varias veces que llevaba todo lo necesario en la mochila (manías de uno), me dirigí hacia la zona de salida con tiempo suficiente para poder aparcar, socializar un poco con compañeros y amigos y prepararme con calma.

Ha salido una mañana de domingo soleada y parece que, la temperatura a la hora de la salida y durante la carrera no va a ser excesivamente calurosa.

Me produce una enorme alegría volver a ver, tras tanto tiempo, a muchos compañeros del club y a los fieles amigos de fuera de Barbastro que, año tras año acuden a esta histórica cita del calendario atlético.

Después de veinte años corriendo y, 134 veces realizando esta distancia, mi único y principal objetivo en este día, volvía a ser el mismo que en la primera, poder acabarla.

Por ello y, tras hablar con mi primo José Antonio que la quería hacer con unos amigos en un tiempo de dos horas, decidí, si me aceptaban claro, unirme a ellos.

La salida está programada a las nueve y media de la mañana y tal y como marca el protocolo Covid (afortunadamente, un poco más permisivo que en la edición anterior), nos vamos colocando en la zona de salida, manteniendo las distancias y, haciendo uso de la mascarilla que, podremos quitarnos, una vez se haya dado la salida.

Puntual, como no podía ser de otra manera, se da el pistoletazo de inicio a la prueba e iniciamos la tradicional bajada por la Avenida San José María Escrivá de Balaguer en dirección hacia Corona de Aragón.

Es inevitable, como pasa siempre, que esos primeros instantes de carrera todo el mundo salga de una manera más "alegre" que lo que debiera, aunque, en esta ocasión, no es mi caso.

Miro hacia detrás a ver si me alcanza el grupo de mi primo y Yago pero antes, se unen a mí, David, Pablo y mi fiel amigo Iván, con quien corrí y acabé mi primera media maratón pero que hoy, se ha inscrito a la prueba del cuarto de maratón.

David "me camela" para que vaya con ellos y yo, que soy de "buen conformar", me quedo en ese grupo.

El circuito se cambió la pasada edición, dejándose de realizar el recorrido de ida y vuelta que unía Barbastro, Castillazuelo, Pozán de Vero y regreso, que se hizo desde los años 2006 hasta el 2019, para convertirse en dos vueltas con una misma distancia de 10'5 kilómetros por vuelta.

Un trazado más llano y para mí, más atractivo y ameno, al tener dos pasos por Barbastro y menos zonas de "soledad" para el corredor.

El "cuarteto" que nos hemos reunido mantenemos un ritmo de "crucero" de casi cinco minutos el kilómetro y, lo que es más importante, llevando todo el rato una conversación fluida y divertida.

Al llegar al que nosotros conocemos como "cruce de las bodegas", giramos a la derecha para entrar en las instalaciones de Viñas del Vero, donde se encuentra un avituallamiento y en el que los ánimos, entre otros, de Jerzy y mi primo Joaquín, nos insuflan aire fresco y fuerza pero eso sí, con la promesa que, en la siguiente vuelta nos tendrán preparado un poco de vino blanco bien fresquito.

Tras salir de Viñas del Vero, atravesamos la zona ajardinada de la Bodega Lalanne e iniciamos el camino de regreso a Barbastro, pasando por otro animadísimo punto de avituallamiento, en la entrada de la tercera bodega, Pirineos.

He de decir que, tal y como van pasando los kilómetros, me estoy encontrando bastante bien y eso, me va motivando, siempre con la cautela de ser sabedor que, mis piernas, tal y como decía al principio, no habían pasado de los dieciséis kilómetros prácticamente en un año.

Salimos de la carretera comarcal y, nos dirigimos, por el puente de Santa Fé hacia el interior de Barbastro, donde esperamos recibir un poquito de ese, siempre agradecido, calor del público.

El Bar "El Moliné" es, para los espectadores, la "tribuna" perfecta para ver el paso de los corredores, cómodamente sentados mientras se toman una cervecita y alguna tapa, para sana envidia de los que, por allí, pasamos sudorosos y con fatiga.

Atravesamos la calle Las Fuentes, cruzamos el puente de San Francisco, la plaza de la Diputación y calle Corona de Aragón, antes de girar a la izquierda e iniciar la subida hacia la línea de meta en, el primer paso, tanto para David, Pablo y yo, y, el final de carrera para Iván.

A falta de cien metros, Iván se sitúa en el carril más a la derecha para alcanzar la meta del cuarto de maratón, mientras que nosotros realizamos el segundo bucle de 180º de la carrera para iniciar la segunda parte de la prueba.

Nada más pasar el punto intermedio tenemos un nuevo avituallamiento líquido, cojo botellín de agua, un par de sorbos y, como ya me he ido acostumbrado últimamente, lo guardo en mi mano hasta el siguiente punto...debe de ser la edad.

Salimos de Barbastro, recibiendo los "vítores" y ánimos de nuestros "incondicionales" y regresamos a la carretera para dirigirnos de nuevo hacia las bodegas donde, para mí, se encontrará mi momento clave para saber en qué condiciones podré acabar, o no, la carrera.

Sigo sintiéndome, físicamente, mucho mejor de lo que pensaba y esto, me hace ser muy optimista.

Además, llevamos con mis compañeros, toda la prueba hablando, contando "batallas", anécdotas de nuestra vida y de nuestro día a día y riéndonos, en algún momento, casi a "mandíbula batiente".

Hemos pasado la Bodega Blecua y ahora sí, siento que las piernas ya no llevan la "fluidez" que querría, de hecho, en algún momento me tengo que quedar un poco de David y de Pablo e incluso invitarles a que se vayan para adelante, cosa que no hacen, lo cual agradezco enormemente.

Los dos, una semana después van a disputar la Ultra Trail de Guara, más de cien kilómetros "sube y baja" por la sierra que recuerdo muy bien, por tanto, se están tomando esta carrera como una tirada larga.

Como curiosidad e inciso diré que, en este 2021, se cumplen diez años desde que hice aquella Ultra y, en la que, nada más cruzar la línea de meta, tras veintidós horas por el monte, le dije a Javi Subías, entonces organizador: "No la correré nunca más...", y, de momento lo he cumplido.

Entramos en las instalaciones de la Bodega Viñas del Vero, trazamos el tercer y último giro de 180º, justo en el kilómetro quince de la prueba y, avanzamos al siguiente punto de avituallamiento, donde tal y como nos habían prometido Jerzy y, mi primo Joaquín, nos esperan con un fresquito vino blanco para brindar.

Ninguno de los "tres mosqueteros" que estamos compartiendo carrera, dudamos ni un momento en pararnos, coger los vasos, brindar, bebernos tranquilamente el fresquísimo y exquisito vino blanco e incluso David, se coge un trocito de embutido para acompañar.

Mientras realizamos esta novedosa parada en "boxes" que hemos improvisado, nos adelantan varios corredores/as, entre ellos, nuestro compañero Dani, pero, en esta ocasión, a ninguno de los tres nos importa eso, ni la marca ni la posición final en la clasificación.



Es más, comento que, de todas las medias maratones que he disputado es la segunda vez que he parado.

Curiosamente, las dos en Barbastro, una en 2018, cuando salí con el objetivo de bajar de los novena minutos y "reventé" físicamente y, la segunda, aunque muchísimo más divertida y relajada, en esta edición.

Tras realizar las pertinentes despedidas y agradecimientos a esos dos magníficos anfitriones que nos hidrataron más que bien, iniciamos los últimos seis kilómetros de la media maratón.

Hacía tan sólo unos instantes, antes de la parada, decía y sentía que se me estaba acabando la "gasolina", que, el "piloto rojo" de mi cerebro ya había empezado a parpadear y eso era señal más que evidente de que, a partir de ese momento me iba a tocar sufrir y "negociar" con mi cuerpo, metro a metro hasta el final.

Pero esa parada, ese respiro y, estoy convencido que, ese vasito de vino (obviamente siempre con "talento"), me han recuperado notablemente y, mis sensaciones son bastante mejores.

Cruzamos, por segunda vez, el arbolado pasillo exterior de la Bodega Lalanne y tomamos dirección hacia Barbastro con las fuerzas y los ánimos renovados, "neutralizando", poco a poco, a varios de aquellos corredores/as que nos habían adelantado en nuestro improvisado avituallamiento anterior.

Durante todo el recorrido hemos estado manteniendo el ritmo en torno a los cinco minutos por kilómetro según lo que habíamos acordado al iniciar la carrera y, sinceramente, para mí, ese es el que actualmente puedo mantener de manera un poco "digna"...
Espero y deseo que volverán tiempos mejores, estoy seguro.

Abandonamos la carretera comarcal y, en el avituallamiento del puente de Santa Fé, alcanzamos a Dani que se había parado a saludar a sus hijas que estaban de voluntarias en ese punto.

El terceto pasa a convertirse en un cuarteto de "viejas-grandes glorias" del Club Atletismo Barbastro y juntos, continuamos esos dos últimos kilómetros hasta la meta.

Mis piernas me están "recordando y protestando" porque hacía mucho tiempo que no les hacía correr tantos kilómetros, pero, he de decir que, están sacando energía de donde no la tenían para, por lo menos, dejarme acabar esta media maratón, tan querida para mí.

Cuando estamos pasando por la calle de los Cubos, se nos pone un nudo en el estómago al recordar cómo hacía un año y mientras corríamos esta misma carrera, David y yo, íbamos junto a Alex ("Polaco") y, en ese punto, él saludaba divertida y muy efusivamente a toda su familia que allí le esperaban para animarle.

Tan sólo un mes después y, mientras los dos, David y Alex, entrenaban en bicicleta, un malnacido borracho y drogado los atropellaba , produciendo la fatal y tristísima muerte de Alex.

Nunca le olvidaremos.

No le pongo nombre, porque no estoy seguro de quién fue, aunque afirmaría que sí, pero, uno de los que nos están viendo desde el Bar de "El Moliné", al vernos pasar hablando nos dice:

"¡No me puedo creer que llevéis toda la carrera hablando!".

Pues, la verdad es que fue así y, podría decir que, de todas las medias maratones que he corrido en estos últimos veinte años, esta, sin lugar a dudas, ha sido en la que más he disfrutado y me he divertido y eso, dice muchísimo de mis compañeros de carrera.

En la calle Corona de Aragón, antes del último giro y los últimos metros de la carrera empezamos a felicitarnos y darnos las gracias por el apoyo pero sobre todo, la compañía que hemos encontrado los unos con los otros

Encaramos ya la subida hacia la línea de meta, David se descuelga un poquito para entrar con sus hijos y, el resto cruzamos la línea de meta en un tiempo oficial de 1h 50' 00".

Como les comenté mientras estábamos tomando el vino en la bodega, yo, paré el crono en ese momento, por tanto, en meta, por primera vez en nuestras vidas, íbamos a tener tres tiempos:

El primero, el oficial de la carrera que, para el que no lo sepa es, en el momento en el que suena el disparo de salida, independientemente de dónde estés situado y en ese marcamos: 1h 50' 00"

El segundo, el tiempo real, que es el que te marca el chip, es decir, desde el momento en que uno pasa la alfombra de control de la salida y la vuelve a cruzar en meta.

Aquí el tiempo real fue de: 1h 47' 57".

Y por último y, como total novedad, está el tiempo con parada en avituallamiento para tomar un vino, que por primera vez realizamos y cuyo tiempo fue de: 1h 49' 42". 

Después de la carrera y, tras avituallarme, atender a los medios, cambiarme de ropa en el coche y asearme con unas toallitas higiénicas ya que, por temas Covid, no había duchas, me tocó realizar la parte institucional que me corresponde en la actualidad, entregando los premios.

Así pues y, haciendo un breve resumen diré que, finalizo mi 135º media maratón, vigesimoprimera consecutiva en mi ciudad y en mi carrera favorita, con tres tiempos para elegir y, con una sensación de satisfacción personal igual de buena que, cuando conseguía hacer marcas por debajo de los noventa minutos con facilidad y eso fue gracias a la compañía de David, Pablo, Iván y Dani.

Si la salud, mis obligaciones y mis piernas me lo permiten, nos volveremos a ver de corto, mi "hábitat habitual", muy pronto.

"No pierdas de vista las raíces, los cimientos, las bases. Todo lo que no se ve es lo que nos sostiene".