sábado, 4 de diciembre de 2021

LA 136, EN LÉRIDA Y, ENTRE TINIEBLAS

Cierto es que, este año, no tenía previsto correr otra media maratón, además de la ya casi "sagrada" de Barbastro pero, tras un cruce de mensajes con Sami a principios del mes de noviembre y comprobar que mi agenda, y de manera casi "milagrosa", la tenía despejada de compromisos oficiales el domingo 21, decidí inscribirme en la Media Maratón de Lérida.

Tras lanzar varios "anzuelos" a amigos, durante las semanas previas, conseguimos formar una "grupeta" de barbastrenses y "aledaños" muy maja, con Sami, Adrián, Fernando, Enrique y Josan.

El sábado, víspera de la carrera y, tras haber completado los inamovibles y tradicionales, diez kilómetros, fuimos a comer con casi todo el grupo de mi queridísima "Vieja Guardia" (sólo nos faltó nuestro "maño", Aurelio), que volvíamos a reunirnos, tras mas de un año y medio sin poder sentarnos alrededor de una mesa.

La comida, como no podía ser de otra manera, fue magnífica, divertida y plagada de anécdotas y, el "tardeo" que hicimos a continuación, no lo fue menos, haciéndose, en mi caso, casi las diez de la noche cuando puse rumbo a casa.

A las siete de la mañana del domingo, sonó el despertador y, en ese momento, prometo que, bien a gusto, me hubiera vuelto a dar media vuelta para continuar durmiendo.

Además del cansancio y tensión que se va acumulando en el transcurso de la semana, se unió un fortísimo dolor de cabeza que me hacía ver las "estrellas".

Puse pie a tierra y tras asearme y vestirme, tomé un café con una deliciosa rosquilla de las que hace mi madre para, a continuación, tomarme un vaso de agua con un paracetamol, a ver si ese dolor, que tanto me estaba molestando, remitía un poco.

Faltaban pocos minutos para las ocho de la mañana cuando salí de casa, dirección a la oficina de Correos, donde habíamos quedado con Sami, Adrián y mi tocayo Fernando para partir hacia Lérida.

El día en Barbastro era fresco, pero soleado, todo lo contrario del que nos encontramos de camino, cuando pasando Monzón, nos topamos de bruces, con una espesa niebla que ya no nos abandonaría hasta llegar al destino.

Tras llegar a Lérida, aparcamos al lado del campo de fútbol y, como la víspera, Sami y Adrián, ya nos habían recogido el dorsal, nos tomamos tranquilamente un café, en la cafetería del Gimnasio Ekke, donde pude volver a reencontrarme con muchos amigos y compañeros que hacía tiempo que no veía y que siempre te dan una alegría, motivación y, volverte a sentir el mismo de siempre .

Los minutos van pasando y se acercan las diez de la mañana, hora de salida de la prueba.

Vamos al coche para cambiarnos y ponernos de corto, aunque bien poco apetece, por culpa de esta intensa niebla que no quiere abandonarnos.

Opto, por camiseta de manga corta, manguitos, pantalón corto y compresoras.

Esta es la equipación que hoy he escogido para pasear este "cuerpo serrano" que en la actualidad puedo "lucir" para disputar, por sexta vez, la media maratón de la capital del Segriá.

Hacemos un leve calentamiento hasta minutos antes de las diez, momento en el que, tras hacernos la foto de rigor para el recuerdo, nos despedimos y deseamos suerte con los compañeros y vamos introduciéndonos en los cajones de salida, ubicados al lado del Gimnasio Ekke.

Cajones, por cierto, muy bien delimitados por colores y marcas.

Yo, llevo dorsal de color amarillo pero siendo sincero diré que, ni me acordaba del tiempo estimado que había puesto en la inscripción, el día que la formalicé.

Una vez colocado en el grupo junto a mi amigo montisonense, Pedro, me entero que ese "corral" es para los que tienen previsto estar en una horquilla de tiempo entre la 1h 36' y la 1h 45'...uf, en estos momentos, no sé si estoy para estar en esa horquilla.

Se oye el pistoletazo oficial de salida y trotando, nos vamos aproximando hacia el arco y alfombra de control de chips donde, ahora sí, damos inicio, de manera real, a la carrera.

Esos primeros metros siempre son de búsqueda de ubicación en el "pelotón" y de ir testeando el cuerpo para valorar las sensaciones físicas.

Giramos a la derecha hacia el Paseo de Ronda, donde vamos a realizar, prácticamente, los dos primeros kilómetros de carrera en un terreno descendente bastante cómodo y favorable.

Yo, me he acoplado al lado del guía de la 1h 45', con la esperanza de ver si puedo aguantar ahí hasta el final.

Acostumbrado a estar cerca o bajar de la hora y treinta minutos, ahora me tengo que conformar con intentar aguantar en estos ritmos....¡quién te ha visto y quién te ve, Fer!.

Antes de llegar a la Plaza del Ejército, nuevo giro a la derecha para iniciar la primera, de las muchas subidas de las que está "tachuelada" esta carrera, que hace que, el grupo se estire y que yo, empiece a acusar una extraña fatiga.

Me está costando mucho poder aguantar en el grupo pero, consigo mantenerme "enganchado" hasta el final del repecho que finaliza un poco más adelante de pasar el punto kilométrico tres.

No estoy encontrando buenas sensaciones de ningún tipo, ni de respiración, ni de piernas, es más, empiezo a sentir una molestia en la zona del empeine del pie izquierdo que no recordaba haber tenido nunca.

Decido, como se dice en el argot ciclista, "levantar el pie", descolgarme del grupo y tratar de poner un ritmo en el que pueda sentirme algo más cómodo y esperar que, por lo menos, remita el dolor.

Hacía mucho que no sentía esa impotencia de ver cómo te van adelantando corredores y te resulta totalmente imposible intentar, si quiera, poderles seguir.

Además, para mayor "tortura" personal, estamos recorriendo varios kilómetros por una zona residencial sin apenas público que hace todo, más tedioso para mí.

Paso el kilómetro cinco, en un tiempo de 25'22", siguen las malas sensaciones y, por mi cabeza, empieza a asomar la posibilidad de una retirada, algo que, hasta el día de hoy, no he hecho en ninguna carrera que he disputado en veintiún años pero que, en este momento y viendo mi situación ya me estoy planteando.

Llega el primer avituallamiento de la carrera, cojo un botellín de agua para mojarme ligeramente los labios, beber un sorbo para, inmediatamente después, escupirlo.

Me alcanzan dos corredores a los que me puedo unir y acompañar durante unos cientos de metros hasta que, inexorablemente, me vuelvo a quedar.

Mis sensaciones no están siendo nada buenas y, lo que es peor, no encuentro a nadie con el que pueda aguantar el ritmo, compartir mis "penas" y, por lo menos , ir pasando los kilómetros de una manera, más o menos, distraído.

Llegando a un cruce, en el kilómetro 8, escucho los ánimos de Raquel, mi compi de muchísimas "batallas" y que este año, por culpa de una lesión, no ha podido participar en la carrera.

Me acerco al lado derecho para saludar, tanto a ella como a su padre y, debe ser tan mala mi apariencia física que, hasta le cambia el rictus de su cara al verme, pensando, como me dijo al finalizar la carrera, que creía que me iba a retirar en ese momento.

Y ciertamente, no era muy descabellado su pensamiento porque no estaba encontrando, en ningún momento, ni el ritmo, ni las sensaciones ni la motivación necesaria para seguir sufriendo durante todos los kilómetros que todavía me quedaban por delante.

Tras pasar el kilómetro nueve, giramos hacia la derecha para iniciar la calle del Barón de Maials, donde alcanzaremos el kilómetro diez de carrera y, segundo punto de avituallamiento líquido.

Ese tramo es, en ligero descenso y alcanzo a dos corredores que me habían adelantado kilómetros atrás y a los que me acoplo enseguida.

Se tratan de Rafa Serrano, que ya me seguía por redes sociales y, Josep Mimbrera, un corredor que con, setenta y un años, ahí está dándole, como todo un campeón.

Cuánto me recuerda a mi buen y admirado amigo barbastrense, José María Chéliz que, con sus ochenta y un años, acababa de disputar, recientemente, su cuadragésima maratón de Barcelona, siendo, el único deportista que ha participado en todas las ediciones de la maratón de la ciudad condal..,para hacerle un monumento vamos.

Los tres juntos llegamos al animadísimo y gracioso punto de control y avituallamiento del kilómetro diez, con un tiempo total de 50'20", unos veinte segundos mejor que el primer cinco mil.

Afortunadamente, mis sensaciones están siendo un poco mejores que las que tenía unos kilómetros atrás y creo que eso es debido, en buena medida, a la compañía y a la agradable conversación que estoy trabando con Rafa y que está haciendo que mi mente se evada y aparte los malos pensamientos y molestias que tenía anteriormente. 

En estos últimos kilómetros se nos ha unido otro corredor, Néstor, que resulta que me conoce y con el que empiezo a llevar una buena conversación.

Con el ambiente que marca en el kilómetro doce una grupo de batucada, este, de momento, cuarteto, dejamos atrás la avenida de Tortosa para girar a la izquierda y recorrer los siguientes dos kilómetros por una zona sin apenas público y en un continuo sube y baja.

Cuando iniciamos la subida que nos conduce a la rotonda, que deberemos bordear, situada en la calle Lorenzo Agustín Clavería, Rafa y Josep se descuelgan y, me quedo sólo con Néstor.

Afortunadamente, la niebla se está levantando y el sol empieza a dejarse ver y a brillar, aunque sea de manera tenue, haciendo que, la sensación de frío y humedad que teníamos desde primera hora de la mañana se vaya atenuando.

Al llegar al kilómetro catorce, veo y escucho a David, marido de Raquel que, ejerciendo sus labores de control del tráfico, como Guardia Urbano, me da unos "discretos" gritos de ánimo, con frases tales como:

"¡Joer, el alcalde de Barbastro, no sabía que esta carrera era tan importante!" ó "¡Tendrás que entrenar más o que te den una camiseta más grande!"....

Frases que, lejos de molestarme, me hacen sonreír a mí y a mi compañero.

En la calle Camino de Picós, alcanzamos el kilómetro quince de carrera, miro el reloj y veo que marca un tiempo total de 1h 15' 48", 25'28" el último cinco mil, el peor de los tres que llevamos.

En ese momento me viene un "flash", pensando que, la cabeza de carrera ya ha llegado a la línea de meta y que Sami, si todo le ha ido bien, estará a punto también de finalizar este reto/experiencia que se ha marcado, corriendo su primera media maratón.

Tras haber cogido otro botellín de agua en el avituallamiento, la carrera nos lleva a cruzar, durante algo mas de un kilómetro, el parque de los Campos Elíseos y, al salir, ya en el punto kilométrico dieciséis, cruzamos el imponente puente de Príncipe de Viana.

Tenemos muy cerca, a la vista, el grupito del guía de la 1h 45', ese con el que empecé la carrera y del que me tuve que descolgar a las primeras de cambio porque no podía aguantar el ritmo.

Volverlo a tener al alcance me da un plus de motivación y ánimo del que tan necesitado estoy buscando últimamente.

A nuestra derecha dejamos la estación del tren y en la Plaza del Conde de Berenguer IV, giramos a la izquierda para iniciar la Rambla Ferrán que, en sentido de ida y vuelta, haremos los siguientes tres kilómetros.

Al inicio de la rambla, mi compañero "temporal" del día de hoy, Néstor, se queda, "levanto el pie" en varias ocasiones para ver si puede coger mi ritmo pero me dice que no puede y que siga para adelante.

Lo hago así y, me marco como objetivo alcanzar el grupo del guía de los noventa y cinco minutos que, con esa disminución del ritmo que había hecho en los metros anteriores para ver si, mi compañero, podía volver a mi lado, se ha alejado un poco más.

He de decir que, poder integrarme al grupo del guía, me cuesta un "calentón" importante que, dado mi estado físico actual supone un sobre esfuerzo que espero no lo pague, en lo poquito ya, que resta de carrera.

Es un poco más adelante del giro de 180º, al final de la rambla, ya en el kilómetro dieciocho cuando logro incorporarme al grupo, donde intento buscar una posición cómoda que me permita coger aire y ritmo hasta meta.

Finalizamos la Rambla Ferrán, en el kilómetro diecinueve, giramos, de nuevo a la izquierda, para iniciar la subida por la Calle Príncipe de Viana, donde llegaremos, a la altura de la Plaza de Europa al kilómetro veinte de carrera.

Tiempo de paso, a falta de poco más de un kilómetro para la línea de meta,1h 41' 16".

25'28", este último cinco mil, mismo tiempo realizado que en el "cinco" anterior, por lo menos, he mantenido esa regularidad.

Cuando iniciamos la subida por el Paseo de Ronda, el guía nos insta a los dos corredores que vamos, a ambos lados suyo, a que tiremos para adelante e intentemos mejorar un poco la marca, ya que él no va a cumplir el tiempo que tenía fijado hacer por encargo de la organización.

Desconozco qué ha podido pasar durante los kilómetros en que yo no pude estar en ese grupo para que el tiempo se le haya ido más de dos minutos por encima de lo que tiene marcado en la banderola que sirve de referencia como uno de los guías.

Bien, o no ha sabido regularse como debía (a esos "cinco por kilómetro" que tenía que marcar) o, ha tenido algún tipo de problema físico que, en una prueba de estas características, puede suceder perfectamente, que todos somos humanos.

Ya, en plena "ascensión" por el Paseo de Ronda y, a falta de menos de un kilómetro para finalizar, doy un pequeño cambio de ritmo y salgo del grupo para tratar de alcanzar al compañero que había salido unos instantes antes, ponerme tras él e intentar que me "lleve", a su rebufo, durante el tiempo que pueda mientras la calle siga empinándose.

Por fin "coronamos" esta última subida del recorrido, giramos a la derecha y encaramos, los últimos metros de la media maratón.

Con el compañero de este último kilómetro, hacemos un acelerón final,(más por "honrilla" que por fuerzas y sentido común) y cruzo la meta de mi 136ª media maratón, con un tiempo de 1h 47' 28", unos veinte segundos mejor que en Barbastro, hace un par de meses.

Estoy "más contento que Chupina" (*).

Dada la situación personal en la que estoy en este momento, poder seguir corriendo, poniéndome, de vez en cuando un dorsal y acabando, sólo acabando, una prueba tan exigente como es la media maratón me hacer sentir muy feliz y en paz conmigo mismo.

Tras recoger el avituallamiento final de carrera, llega ese, siempre bonito momento del reencuentro con los amigos y compañeros de carrera para comentar los pormenores y experiencias y anécdotas que nos han pasado.

¡Ah! y en esta ocasión, mi total admiración con Sami que, en la primera media maratón que corría, sin prepararla específicamente y saliendo de inicio, como se suele decir en el argot deportivo, "con el cuchillo entre los dientes", hizo un marcón de 1h 17' 12", finalizando el 18º de la general absoluta, un auténtico "bestia".

Ahora, sólo pido y espero que, el próximo año, pueda seguir corriendo y, disfrutando de este bendito "veneno" que son las carreras.

"Mantente fiel a tus sueños de juventud".-Friedrich Schiller. 


(*) ¿Sabéis cuál es el significado de la expresión, "más contento que Chupina"?.

El Tío Chupina fue el cabecilla de una cuadrilla de bandoleros que, durante el siglo XIX, "operaban" por la zona de Soria y que, cuando robaban un buen botín, se iban llenos de alegría.

Esa frase se acuñó como dicho popular para expresar la alegría y satisfacción de alguien cuando había conseguido algo bueno.









sábado, 30 de octubre de 2021

LA 135, EN BARBASTRO Y, DISFRUTANDO COMO NUNCA

Cómo la segunda peor marca en media maratón de mi vida, se pudo convertir en la que más disfruté y me divertí.

Desde hacía un año justo, bueno, para ser más exacto, 364 días, no me había colocado un dorsal en el pecho ni había corrido más de dieciséis kilómetros seguidos en alguna de mis salidas.

Así que, con estos "mimbres" y 1629 kilómetros acumulados en mis piernas, desde la última media maratón que había disputado en 2020, me inscribí para correr la 29ª edición del Medio Maratón Ruta Vino del Somontano, mi media preferida, como he dicho tantas veces, la "niña de mis ojos".

De entre todas las cosas buenas que me ha aportado y me sigue aportando "esto del correr", la que sin lugar a dudas más valoro es, esa gran cantidad de buenos amigos que he ido haciendo a lo largo de estos veinte años que llevo participando en diferentes carreras por toda España.

Y uno de ellos es mi buen amigo, el aspense, Pedro Mira que, desde el año 2010, viene hasta Barbastro para montar el arco de meta, suministrar camisetas y, por supuesto, participar en la carrera. 

El sábado por la tarde, quedé con él, Víctor y David, compañeros y amigos que vinieron a acompañarle a nuestra ciudad, en la tienda de Julián Mairal, para recoger el dorsal , la bolsa del corredor y, cómo no, tomarnos un par de vinos y algún platito de buenos embutidos.

He de confesar que, la noche previa a la carrera no dormí del todo bien, estaba inquieto, nervioso y, lo que es peor y hacía mucho tiempo que no me pasaba, inseguro.

Creo recordar que, desde aquel uno de abril de 2001, cuando corrí mi primera media maratón en Sabiñánigo, nunca había estado tanto tiempo sin correr, la que siempre he considerado como mi distancia favorita.

Antes de que sonara el despertador, sobre la siete de la mañana, ya estaba con los ojos abiertos y con ese nudo en el estómago de los días importantes.

Tras el desayuno y, comprobar varias veces que llevaba todo lo necesario en la mochila (manías de uno), me dirigí hacia la zona de salida con tiempo suficiente para poder aparcar, socializar un poco con compañeros y amigos y prepararme con calma.

Ha salido una mañana de domingo soleada y parece que, la temperatura a la hora de la salida y durante la carrera no va a ser excesivamente calurosa.

Me produce una enorme alegría volver a ver, tras tanto tiempo, a muchos compañeros del club y a los fieles amigos de fuera de Barbastro que, año tras año acuden a esta histórica cita del calendario atlético.

Después de veinte años corriendo y, 134 veces realizando esta distancia, mi único y principal objetivo en este día, volvía a ser el mismo que en la primera, poder acabarla.

Por ello y, tras hablar con mi primo José Antonio que la quería hacer con unos amigos en un tiempo de dos horas, decidí, si me aceptaban claro, unirme a ellos.

La salida está programada a las nueve y media de la mañana y tal y como marca el protocolo Covid (afortunadamente, un poco más permisivo que en la edición anterior), nos vamos colocando en la zona de salida, manteniendo las distancias y, haciendo uso de la mascarilla que, podremos quitarnos, una vez se haya dado la salida.

Puntual, como no podía ser de otra manera, se da el pistoletazo de inicio a la prueba e iniciamos la tradicional bajada por la Avenida San José María Escrivá de Balaguer en dirección hacia Corona de Aragón.

Es inevitable, como pasa siempre, que esos primeros instantes de carrera todo el mundo salga de una manera más "alegre" que lo que debiera, aunque, en esta ocasión, no es mi caso.

Miro hacia detrás a ver si me alcanza el grupo de mi primo y Yago pero antes, se unen a mí, David, Pablo y mi fiel amigo Iván, con quien corrí y acabé mi primera media maratón pero que hoy, se ha inscrito a la prueba del cuarto de maratón.

David "me camela" para que vaya con ellos y yo, que soy de "buen conformar", me quedo en ese grupo.

El circuito se cambió la pasada edición, dejándose de realizar el recorrido de ida y vuelta que unía Barbastro, Castillazuelo, Pozán de Vero y regreso, que se hizo desde los años 2006 hasta el 2019, para convertirse en dos vueltas con una misma distancia de 10'5 kilómetros por vuelta.

Un trazado más llano y para mí, más atractivo y ameno, al tener dos pasos por Barbastro y menos zonas de "soledad" para el corredor.

El "cuarteto" que nos hemos reunido mantenemos un ritmo de "crucero" de casi cinco minutos el kilómetro y, lo que es más importante, llevando todo el rato una conversación fluida y divertida.

Al llegar al que nosotros conocemos como "cruce de las bodegas", giramos a la derecha para entrar en las instalaciones de Viñas del Vero, donde se encuentra un avituallamiento y en el que los ánimos, entre otros, de Jerzy y mi primo Joaquín, nos insuflan aire fresco y fuerza pero eso sí, con la promesa que, en la siguiente vuelta nos tendrán preparado un poco de vino blanco bien fresquito.

Tras salir de Viñas del Vero, atravesamos la zona ajardinada de la Bodega Lalanne e iniciamos el camino de regreso a Barbastro, pasando por otro animadísimo punto de avituallamiento, en la entrada de la tercera bodega, Pirineos.

He de decir que, tal y como van pasando los kilómetros, me estoy encontrando bastante bien y eso, me va motivando, siempre con la cautela de ser sabedor que, mis piernas, tal y como decía al principio, no habían pasado de los dieciséis kilómetros prácticamente en un año.

Salimos de la carretera comarcal y, nos dirigimos, por el puente de Santa Fé hacia el interior de Barbastro, donde esperamos recibir un poquito de ese, siempre agradecido, calor del público.

El Bar "El Moliné" es, para los espectadores, la "tribuna" perfecta para ver el paso de los corredores, cómodamente sentados mientras se toman una cervecita y alguna tapa, para sana envidia de los que, por allí, pasamos sudorosos y con fatiga.

Atravesamos la calle Las Fuentes, cruzamos el puente de San Francisco, la plaza de la Diputación y calle Corona de Aragón, antes de girar a la izquierda e iniciar la subida hacia la línea de meta en, el primer paso, tanto para David, Pablo y yo, y, el final de carrera para Iván.

A falta de cien metros, Iván se sitúa en el carril más a la derecha para alcanzar la meta del cuarto de maratón, mientras que nosotros realizamos el segundo bucle de 180º de la carrera para iniciar la segunda parte de la prueba.

Nada más pasar el punto intermedio tenemos un nuevo avituallamiento líquido, cojo botellín de agua, un par de sorbos y, como ya me he ido acostumbrado últimamente, lo guardo en mi mano hasta el siguiente punto...debe de ser la edad.

Salimos de Barbastro, recibiendo los "vítores" y ánimos de nuestros "incondicionales" y regresamos a la carretera para dirigirnos de nuevo hacia las bodegas donde, para mí, se encontrará mi momento clave para saber en qué condiciones podré acabar, o no, la carrera.

Sigo sintiéndome, físicamente, mucho mejor de lo que pensaba y esto, me hace ser muy optimista.

Además, llevamos con mis compañeros, toda la prueba hablando, contando "batallas", anécdotas de nuestra vida y de nuestro día a día y riéndonos, en algún momento, casi a "mandíbula batiente".

Hemos pasado la Bodega Blecua y ahora sí, siento que las piernas ya no llevan la "fluidez" que querría, de hecho, en algún momento me tengo que quedar un poco de David y de Pablo e incluso invitarles a que se vayan para adelante, cosa que no hacen, lo cual agradezco enormemente.

Los dos, una semana después van a disputar la Ultra Trail de Guara, más de cien kilómetros "sube y baja" por la sierra que recuerdo muy bien, por tanto, se están tomando esta carrera como una tirada larga.

Como curiosidad e inciso diré que, en este 2021, se cumplen diez años desde que hice aquella Ultra y, en la que, nada más cruzar la línea de meta, tras veintidós horas por el monte, le dije a Javi Subías, entonces organizador: "No la correré nunca más...", y, de momento lo he cumplido.

Entramos en las instalaciones de la Bodega Viñas del Vero, trazamos el tercer y último giro de 180º, justo en el kilómetro quince de la prueba y, avanzamos al siguiente punto de avituallamiento, donde tal y como nos habían prometido Jerzy y, mi primo Joaquín, nos esperan con un fresquito vino blanco para brindar.

Ninguno de los "tres mosqueteros" que estamos compartiendo carrera, dudamos ni un momento en pararnos, coger los vasos, brindar, bebernos tranquilamente el fresquísimo y exquisito vino blanco e incluso David, se coge un trocito de embutido para acompañar.

Mientras realizamos esta novedosa parada en "boxes" que hemos improvisado, nos adelantan varios corredores/as, entre ellos, nuestro compañero Dani, pero, en esta ocasión, a ninguno de los tres nos importa eso, ni la marca ni la posición final en la clasificación.



Es más, comento que, de todas las medias maratones que he disputado es la segunda vez que he parado.

Curiosamente, las dos en Barbastro, una en 2018, cuando salí con el objetivo de bajar de los novena minutos y "reventé" físicamente y, la segunda, aunque muchísimo más divertida y relajada, en esta edición.

Tras realizar las pertinentes despedidas y agradecimientos a esos dos magníficos anfitriones que nos hidrataron más que bien, iniciamos los últimos seis kilómetros de la media maratón.

Hacía tan sólo unos instantes, antes de la parada, decía y sentía que se me estaba acabando la "gasolina", que, el "piloto rojo" de mi cerebro ya había empezado a parpadear y eso era señal más que evidente de que, a partir de ese momento me iba a tocar sufrir y "negociar" con mi cuerpo, metro a metro hasta el final.

Pero esa parada, ese respiro y, estoy convencido que, ese vasito de vino (obviamente siempre con "talento"), me han recuperado notablemente y, mis sensaciones son bastante mejores.

Cruzamos, por segunda vez, el arbolado pasillo exterior de la Bodega Lalanne y tomamos dirección hacia Barbastro con las fuerzas y los ánimos renovados, "neutralizando", poco a poco, a varios de aquellos corredores/as que nos habían adelantado en nuestro improvisado avituallamiento anterior.

Durante todo el recorrido hemos estado manteniendo el ritmo en torno a los cinco minutos por kilómetro según lo que habíamos acordado al iniciar la carrera y, sinceramente, para mí, ese es el que actualmente puedo mantener de manera un poco "digna"...
Espero y deseo que volverán tiempos mejores, estoy seguro.

Abandonamos la carretera comarcal y, en el avituallamiento del puente de Santa Fé, alcanzamos a Dani que se había parado a saludar a sus hijas que estaban de voluntarias en ese punto.

El terceto pasa a convertirse en un cuarteto de "viejas-grandes glorias" del Club Atletismo Barbastro y juntos, continuamos esos dos últimos kilómetros hasta la meta.

Mis piernas me están "recordando y protestando" porque hacía mucho tiempo que no les hacía correr tantos kilómetros, pero, he de decir que, están sacando energía de donde no la tenían para, por lo menos, dejarme acabar esta media maratón, tan querida para mí.

Cuando estamos pasando por la calle de los Cubos, se nos pone un nudo en el estómago al recordar cómo hacía un año y mientras corríamos esta misma carrera, David y yo, íbamos junto a Alex ("Polaco") y, en ese punto, él saludaba divertida y muy efusivamente a toda su familia que allí le esperaban para animarle.

Tan sólo un mes después y, mientras los dos, David y Alex, entrenaban en bicicleta, un malnacido borracho y drogado los atropellaba , produciendo la fatal y tristísima muerte de Alex.

Nunca le olvidaremos.

No le pongo nombre, porque no estoy seguro de quién fue, aunque afirmaría que sí, pero, uno de los que nos están viendo desde el Bar de "El Moliné", al vernos pasar hablando nos dice:

"¡No me puedo creer que llevéis toda la carrera hablando!".

Pues, la verdad es que fue así y, podría decir que, de todas las medias maratones que he corrido en estos últimos veinte años, esta, sin lugar a dudas, ha sido en la que más he disfrutado y me he divertido y eso, dice muchísimo de mis compañeros de carrera.

En la calle Corona de Aragón, antes del último giro y los últimos metros de la carrera empezamos a felicitarnos y darnos las gracias por el apoyo pero sobre todo, la compañía que hemos encontrado los unos con los otros

Encaramos ya la subida hacia la línea de meta, David se descuelga un poquito para entrar con sus hijos y, el resto cruzamos la línea de meta en un tiempo oficial de 1h 50' 00".

Como les comenté mientras estábamos tomando el vino en la bodega, yo, paré el crono en ese momento, por tanto, en meta, por primera vez en nuestras vidas, íbamos a tener tres tiempos:

El primero, el oficial de la carrera que, para el que no lo sepa es, en el momento en el que suena el disparo de salida, independientemente de dónde estés situado y en ese marcamos: 1h 50' 00"

El segundo, el tiempo real, que es el que te marca el chip, es decir, desde el momento en que uno pasa la alfombra de control de la salida y la vuelve a cruzar en meta.

Aquí el tiempo real fue de: 1h 47' 57".

Y por último y, como total novedad, está el tiempo con parada en avituallamiento para tomar un vino, que por primera vez realizamos y cuyo tiempo fue de: 1h 49' 42". 

Después de la carrera y, tras avituallarme, atender a los medios, cambiarme de ropa en el coche y asearme con unas toallitas higiénicas ya que, por temas Covid, no había duchas, me tocó realizar la parte institucional que me corresponde en la actualidad, entregando los premios.

Así pues y, haciendo un breve resumen diré que, finalizo mi 135º media maratón, vigesimoprimera consecutiva en mi ciudad y en mi carrera favorita, con tres tiempos para elegir y, con una sensación de satisfacción personal igual de buena que, cuando conseguía hacer marcas por debajo de los noventa minutos con facilidad y eso fue gracias a la compañía de David, Pablo, Iván y Dani.

Si la salud, mis obligaciones y mis piernas me lo permiten, nos volveremos a ver de corto, mi "hábitat habitual", muy pronto.

"No pierdas de vista las raíces, los cimientos, las bases. Todo lo que no se ve es lo que nos sostiene".