lunes, 18 de noviembre de 2019

EN HUESCA, CAYÓ LA 132, LA MEDIA MARATÓN "MÁS LARGA"

Cuando uno se inscribe a una prueba como la media maratón en la que en su reglamento indica que está homologada por la RFEA, da por hecho que lo que va a correr serán 21097 metros.
Ese "sello" de prueba homologada podríamos decir que es, como un "márchamo" de calidad, que garantiza la seriedad y rigor de quien la organiza y por ello, los corredores, principalmente, aquellos que van tras una marca o mínima determinada, apuestan por ella.
La XI edición de la media maratón de Huesca no fue así.
A las ocho y media de la mañana, con una temperatura fresca, pero con sol, salimos, con Ventura hacia Huesca, para llegar a las inmediaciones del estadio del Alcoraz en poco más de media hora.
Allí, permanecía el sol, pero soplaba un aire de lo más helador.
Tras recoger el dorsal, nos reunimos con Paco, Brahim y Ernesto para irnos a tomar un café a la cafetería del estadio de fútbol.
Se va aproximando la hora de la salida y vamos al coche a cambiarnos, aunque no apetece nada ponerse de corto.
Esta vez he optado por camiseta interior de manga corta bajo la oficial de tirantes del club.
Salimos a trotar un poco por el aparcamiento y procedemos a la agrupación con el resto de corredores del Club y de Barbastro, Alejandro, Nico, Dani....
Comentamos entre todos la idea que llevamos y yo, como hice en Barbastro, y sabiendo de mis limitaciones físicas actuales, decido hacer la prueba con Dani.
Nos situamos ya, en la zona de salida y allí, el "calor humano" hace que uno se sienta uno un poco más a gustito.
La salida se demora unos minutos más, por motivos de seguridad y, pasadas las diez de la mañana arrancamos.
Tomamos la dirección hacia el Camino Cocorón y las Calles Ingeniero Pano, Encarnación ....para dirigirnos hacia el centro de Hueca, y más concretamente, a la Plaza de Navarra.
Una vez pasados los primeros kilómetros, hemos formado un buen "tridente" junto a Paco y Dani.
Si bien es cierto que el primer kilómetro se nos ha ido el ritmo, un poco de "madre", fruto siempre de la "excitación" de esos primeros metros de carrera, poco a poco lo vamos centrando y acondicionando a lo que realmente queremos hacer.
Al igual que quise hacer, e hice, en la Media Maratón de Barbastro, quiero limitar mi carrera a hablar, disfrutar y sufrir lo menos posible junto a mis compañeros, y puedo aseverar que, así lo estoy haciendo.
El callejeo por las principales calles del centro de Huesca (Ramón y Cajal, Coso Bajo, Ronda Montearagón, Coso Bajo y Coso Alto) es realmente desolador y decepcionante, por la escasísima presencia de público a los lados de las calles, lo que nos hace sentir como si estuviéramos haciendo un entrenamiento normal pero con dorsal.
Pasando junto a la Plaza de Toros se nos une Ventura, que está realizando la prueba del "cuarto de maratón" y juntos nos dirigimos, de nuevo, hacia la zona de salida/meta para completar, él, su carrera, y nosotros la primera vuelta de la media maratón.
Llegando de nuevo a la zona del Alcoraz, nos toca iniciar una "gymkana" de giros y "regiros", en el aparcamiento, que llegan a desesperar, todo ello, antes de pasar el arco de meta de la primera vuelta.
Mi reloj marca, ahí, los once kilómetros y mi reloj un tiempo parcial de 53'58".
Algo me descuadra, ya que, el cuarto de maratón son 10250 metros y los que han hecho esa distancia, han recorrido 11000, pero, pienso, "iluso" de mí, que lo que realmente está homologado es la distancia de la media maratón y lo han hecho así para que cuando llegue la segunda vuelta, se entre directamente a meta sin tener que hacer todo ese laberinto de "calles" y cintas que nos ha tocado padecer en esta primera vuelta.
Iniciamos pues, ya, la segunda vuelta al desértico circuito.
He de decir que, a pesar, de lo poco que, actualmente puedo ir saliendo a correr, me estoy encontrando muy bien y los kilómetros se me están pasando volando, llegando hasta el quince apenas sin enterarme.
En ese punto y tras hacer un giro de 180º en la Ronda Montearagón, en el avituallamento,  cojo un botellín de agua y un trozo de naranja, que como con avidez.
Estaba sintiendo desde hacía un rato un vacío en el estómago que me estaba empezando a preocupar y es que....correr una prueba de esta distancia con sólo dos cafés "en vena" no es lo más recomendable.
Merced al paso de los kilómetros, el grupo se ha quedado en cuatro corredores:Dani, Paco, un chico de Zaragoza y un servidor.
Aunque haciendo la "goma" Paco va aguantando.

Hacen ya, bastantes kilómetros que los puntos kilométricos no coinciden con la distancia real que llevamos, y, por nuestros relojes, se superan, con creces, los 500 metros.
Nos podemos hacer una idea de este descuadre cuando, finalizando el Coso Alto nos indican que nos dirijamos hacia la izquierda, dirección San Juan Bosco, en lugar de ir hasta la rotonda de las Miguelas, hacia la derecha, hacia donde nos indicaron en la primera vuelta.
Con posterioridad a la prueba, la propia organización reconocería que se había tratado de un grave error de marcaje y señalización de la prueba.
Regresamos por la Avenida Monreal hacia los Porches de Galicia y Plaza Navarra, para subir por la calle del Parque y girar a la izquierda, hacia la calle San Jorge, a la altura del Hotel Pedro I.
Ahí pasamos al lado del antiguo, mítico y vetusto pabellón polideportivo de Huesca, aquel conocido como la "caja de cerillas", antes de cruzar la Avenida Juan XXIII y buscar los "supuestos" dos últimos kilómetros hacia meta.
Paco se ha descolgado ligeramente del grupo y a mí, ya me está costando aguantar el ritmo.
Aquellas conversaciones fluidas que llevaba kilómetros atrás, han pasado al silencio más absoluto, por mi parte.
Giramos a la derecha y comienza el repecho previo que nos va a llevar hacia la zona del Alcoraz.
Dani y el otro corredor que nos acompaña me conminan a que les siga, y pese a que les digo en repetidas ocasiones que tiren para adelante, tienen la deferencia de esperarme e incluso "llevarme" tras ellos en el tramo de subida.
Una vez "coronado" ese tramo en pendiente, iniciamos la bajada hacia los supuestos últimos 1100 metros de carrera que se van a convertir en unos cuantos más.
Llegamos hasta el estadio de la S.D.Huesca y para nuestra sorpresa, vemos que debemos volver a realizar todo ese laberinto de giros en el aparcamiento antes de alcanzar la línea de llegada.
Durante todo ese "zigzageo" tengo tiempo de quedarme, de volverme a unir, de volverme a quedar......está siendo un auténtico despropósito de circuito y mis fuerzas se están acabando.
Miro mi reloj cuando intuyo que ya tendríamos que haber acabado la carrera y veo que el tiempo sería de 1h 42' (aprox), algo con lo que yo, ya me daba por más que satisfecho pero....aquello parece no acabar nunca y seguimos dando vueltas sin sentido por el aparcamiento deseando que aquello, de una vez por todas, tenga una salida hacia la recta de meta.
Por fin, "medio mareados", vemos la luz.
Salimos de ese atolladero y encaramos los tres, junto a la compañía de los hijos de Dani, la recta de llegada.
Cruzo la meta de mi 132ª media maratón (y un poco, bastante más), con un tiempo de 1h 44'12"...
Mi GPS marcó una distancia final de 21620 metros , es decir, medio kilómetro más de lo que debía ser y por tanto, esos dos minutos por encima de la marca real que debería haber sido.
Estos detalles, por mi "ligera" experiencia, hay que tratar de cuidarlos al detalle porque sino, una prueba pierde toda la seriedad y credibilidad.
Esperemos hayan sabido tomar nota de los errores, y que no se vuelvan a repetir en futuras ediciones.
En lo que a estos "cuatro huesos" respecta, de momento, me sigo manteniendo vivo y con ganas de continuar y espero, a no mucho tardar, poder volver a vestirme de corto para continuar con este "idilio" mío con la distancia del medio maratón.
Sería un bonito objetivo poder llegar a las 200....
Recuerda....."sueña, lucha, consigue".

"Perder la ilusión también es perderse a uno mismo"


martes, 15 de octubre de 2019

QUE NUNCA PIERDA ESTA ILUSIÓN...EN "CASA" CAYÓ LA 131

Si me dicen un año atrás que la siguiente media maratón de mi "pueblo" la iba a hacer siendo alcalde me habría carcajeado
Pero,como tantas cosas en la vida, uno nunca puede aferrarse a esa frase tan manida que dice :"de esta agua no beberé".
La última vez que me había presentado ante los 21097 metros había sido en Altorricón, el pasado mes de mayo, en el día de reflexión previo a las elecciones municipales y, desde entonces, mi vida ha dado un giro enorme.
Ese cambio tan radical ha supuesto una bajada importante de entrenamientos, sobre todo los de cierta calidad, y me he tenido que ir acostumbrando a salir a rodar a menor intensidad y con una finalidad más, terapéutica y psicológica que física.
Con estos "mimbres" llegaba al fin de semana de "mi" Medio Maratón, viéndolo, esta vez, desde el otro lado de la "barrera".
Esta nueva situación me permitió disfrutar muchísimo de las dos charlas que se organizaron, la de la nutricionista Ana Cardiel, y la del atleta invitado este año, el mítico Javier Moracho, además de una exitosa Milla Escolar, que batió el récord de inscritos en sus dieciséis ediciones.
El domingo, día de la carrera, me levanté a las seis de la mañana para acudir, una hora más tarde, a la zona de salida/meta para ayudar en lo que fuera preciso, principalmente en el montaje de toda la infraestructura, algo que pareció sorprender a algunos.
Creo que, lo extraño hubiera sido no haber estado nunca y ahora aparecer de manera interesada pero, estas tareas ya me había tocado hacerlas en las ocho ediciones en las que estuve metido hasta las "orejas" en la junta directiva del Club.
Además, los que me conocen saben que no se me caen los anillos por "remangarme" y ensuciarme un poco por trabajar y ayudar.
Cuando ya estuvo todo controlado y comenzaron a llegar a la zona corredores, tuve el privilegio de hacer algo que no había podido hacer en años anteriores...irme a desayunar con José Mari.
Un pincho de tortilla, con pan con tomate  y una Coca Cola, aunque hubiera preferido un buen vino, fue nuestro desayuno.
Pequeños placeres que te da la vida, ¡qué gustazo!.
Tras este momento de paz, regresé a la zona de salida y ahí comenzó una de esos momentos que más me gustan y más satisfacción personal me dan, poder saludar a tantos y tantos amig@s de este mundillo que uno ha ido haciendo a lo largo de todos estos años y con los que me une un vínculo y lenguaje especial.
Me hizo especial gracia, cuando me `preguntaban por el tiempo y ritmo con el que iba a salir, y al contestarles que me iba a ir con el guía de la hora y cuarenta y cinco minutos, se reían o me decían que estaba de "coña"...nada más lejos de la realidad.

Uno, que ya tiene creo, una cierta experiencia, sabe, o debería saber, en qué condición física se encuentra para ser realista y no hacer una "brabuconada" que a lo único que puede llevarle es a sufrir sin sentido.
Tras la tradicional foto junto a todos los compañeros/as del Club me dirijo hacia la zona de salida, en la que me acomodo tranquilamente en el centro del pelotón.
Llegan las diez de la mañana, suena la detonación de la pistola del juez y salimos.
Hacía muchos años que no me tomaba una salida con tanta tranquilidad y disfrutando del ambiente.

Poco antes de pasar el arco de meta, de inicio, llega a mi altura mi compañero de trabajo, Dani, que me pregunta por la idea que llevo de cara a la carrera y decide quedarse a mi lado.
Al llegar al kilómetro uno, en el Paseo del Coso, me espera mi Pauli para darme la gorra.
"Mi" gorra, esa que, no se me pregunte el porqué, necesito como si fuera un amuleto y con la que me siento, podría decir, que un poquito más protegido y seguro.
Vamos saliendo de Barbastro, subiendo por la Avenida de Navarra y pasando por debajo del puente de las Capuchinas, para llegar, kilómetro dos, al precioso, y pendiente de restaurar, Puente de Santa Fe.
Allí nos alcanza David que es quien está sirviendo como guía para los que quieren hacer esa
"horacuarentaycinco" que yo me había marcado.
Se pone a nuestra "vera", saliendo a la carretera comarcal y ahí, vamos ya, formando "grupeta".
Ha salido un día espectacular, muy soleado y con una temperatura alta, algo que nos tendrá que obligar a beber en todos los avituallamientos.
En este grupo, vamos varios corredores locales y la comunicación y las risas están fluyendo como si se tratara de una salida más de los domingos con mi querida "vieja guardia".
Al paso por el primer avituallamiento, en el kilómetro cinco, en el cruce de las bodegas, cojo botellín de agua, bebo un poco, me echo por la cabeza otro poco, y me lo guardo en la mano hasta el siguiente punto.
David está llevando un ritmo constante de 4'52 por kilómetro, lo que nos hace ir con un poquito de tiempo de reserva para el final, aunque el trabajo del guía es intentar ir siempre manteniendo una misma marcha sin ir a "trompicones".
Llegamos a Castillazuelo, donde tenemos el segundo avituallamiento de la prueba, tiro el botellín que llevaba en la mano y repito la misma operación que en el anterior.
Abandonamos temporalmente la población de Castillazuelo, con su fortaleza medieval del siglo XIII "mirándonos" desde lo alto y ponemos rumbo hacia Pozán de Vero, punto intermedio de la carrera.
En esos tres kilómetros que separan las dos localidades es cuando se inicia uno de los momentos que siempre me han gustado más de esta carrera...el cruce con el resto de participantes.
El reflejo de las motos y coches que abren carrera en la lejanía, marcan el inicio de ese rosario de corredores que están pugnando, por la victoria unos, una mejor marca otros, y finalizar esta exigente prueba, que son, somos,  la gran mayoría.
Los dos primeros son el jaqués Alberto Puyuelo (que a la postre sería el vencedor por segunda vez de nuestra carrera) y el catalán Xavi Tomassa.
¡Qué gusto da ver correr así!, uno siente una sana envidia, porque sabe que ni en sus mejores sueños podría llegar a asemejarse a ellos.
Distraídos, viendo y animando a todos aquellos que van en cabeza, vamos pasando esos kilómetros hasta que entramos en Pozán de Vero.
Allí, como casi marca la tradición, nos espera José Emilio Marcen, juez, presidente del Club durante cuatro años (2005/2009), vecino de Pozán y ante todo, buena persona, quien nos ofrece ,como siempre, un "trago" de vino del porrón que tiene en una buena sombra....¡qué tentación más grande!...pero va a ser que no.
Cruzamos Pozán por el centro del pueblo y, como uno es así de "chalao", me sale casi sin querer informar al resto del grupo del lugar exacto donde se encuentra el punto más alto de la prueba. (417 metros).
Un pequeño montículo ubicado en mitad de la Calle Barbastro que, aunque sea a modo imaginario, sirve como punto de inflexión de la prueba, ya que se haya en el kilómetro 10'5 de carrera.
Una vez pasado ese virtual "premio de la montaña", bajamos en dirección a la carretera donde está el siguiente avituallamiento que siempre está animadísimo por la gran cantidad de vecinos que allí se encuentran.
Nada más pasar el arco, Yago,que iba en el grupo, decide irse para bajar marca....
Por un momento se me pasa por la cabeza seguirlo pero, decido aguantar ahí y seguir disfrutando de la carrera como he estado haciendo hasta ahora.
Ahora llega el momento en el que somos nosotros, los que nos vamos cruzando y animando a tod@s aquell@s que van por detrás nuestro, y la verdad, para mí, siempre es algo que me gusta y con lo que disfruto.
El "grupo de David" se ha ido reduciendo tal y como han ido pasando los kilómetros, bien porque unos se han ido para adelante, bien porque otros se han quedad, pero los que estamos nos encontramos muy cómodos allí.
Debo decir que nuestro guía está siendo un auténtico "reloj suizo" y sus tiempos están siendo muy regulares a cada kilómetro.
Llegamos a Castillazuelo de nuevo, para entrar por la zona deportiva y llegar a una abarrotada y festiva Plaza de la Iglesia donde se nos ofrece el cuarto avituallamiento de la prueba.
Es normal que en los avituallamientos el grupo se descomponga un poco y más con el paso de los kilómetros, así que, en este, mientras salimos hacia la zona de la báscula, en el kilómetro catorce, forzamos una recomposición del máximo número de corredores.
Esto permite que alguno que se había quedado pueda enlazar, aunque sea momentáneamente, con nosotros.
Regresamos a la carretera comarcal para iniciar ya, los últimos siete kilómetros para llegar hasta la línea de meta.
Hacía mucho tiempo que no estaba disfrutando tanto de una carrera, sin apenas mirar el reloj, hablando constantemente con todos (¡qué pesado debo hacerme!) y con unas sensaciones físicas, muy lejos de las mejores, pero, por lo menos, sin sufrir en demasía.
Llegamos al kilómetro dieciséis y, por tanto, de nuevo, al avituallamiento del cruce de las bodegas (Viñas del Vero, Bodega Pirineos y Lalanne)...ya sólo nos quedan los últimos cinco kilómetros.
Es ya, en estos momentos, cuando empezamos a recoger corredores a los que se les está haciendo larga la carrera, y me vienen a la cabeza mis recuerdos del año anterior, donde tuve que pararme a andar hasta en tres ocasiones, por primera vez en toda mi "carrera", en lo que a medias maratones se refiere.
Sobre el kilómetro dieciocho llega ese momento que siempre me gusta compartir con aquellos con los que voy corriendo.
Ese instante en el que, al fondo, a lo lejos, aparece la Torre de nuestra Catedral y en la que siempre les digo eso de que.... "¡mirad, ya se ve la Catedral, esto, ya está hecho!".
Abandonamos la carretera y regresamos ya al Puente de Santa Fe donde se haya el penúltimo avituallamiento de la carrera, sigo cogiendo agua para beber y remojarme la cabeza un poquito, antes de iniciar nuestra mítica y "querida", subida del Silo.
Ese es el momento de regular, controlar el ritmo y echar el penúltimo resto que nos quede para poder llegar a los últimos mil metros de carrera lo mejor posible.
Allí, llegan, como cada año, los ánimos de mi amigo Chema antes de "coronar" esa subida bajo el puente de las Capuchinas.
Una vez que hemos llegado allí, tomamos un poco aire y cuando se inicia el descenso, las piernas se van solas hacia el kilómetro veinte en mitad de la Avenida de Navarra.
Dani se va del grupo para intentar mejorar tiempo, y a mí las piernas, también me piden un poco de "guerra".
Se lo digo a David y decido irme para disfrutar de esos últimos mil metros de "soledad" por mi ciudad.
Año tras año, recibir el aliento, el cariño y los ánimos que llegan desde el público a lo largo del Paseo del Coso, General Ricardos, Corona de Aragón y Avenida San José María Escrivá de Balaguer, le hacen poner a uno la carne de gallina.
He de decir, que la falta de kilómetros que llevo en las piernas en los últimos meses, han provocado que se me estén  haciendo un poco largos estos últimos tres mil metros de la carrera, pero, nada comparable a lo de hacía un año, en que estuve casi en situación crítica.

Finalizo ya Corona de Aragón y giro a la izquierda para iniciar ya, esos últimos doscientos metros hasta la línea de llegada.
Ahí, sí que me relajo y disfruto de ese momento único de recibir los aplausos y el aliento del público que siempre se ha portado tan bien conmigo.
Con las cariñosas palabras de mi buen amigo Pepe Badel, un año más, excelente speaker de la prueba,cruzo la línea de meta de mi 131 media maratón (19ª consecutiva en Barbastro) en un tiempo de 1h 44' 23", aunque esta vez, la marca era lo de menos y las sensaciones y el volverme a sentir corredor popular era lo de más.
Tras la llegada, tuve el lujo, para mí, de ser recibido por Javier Moracho y poder darle un abrazo y mi enhorabuena más sincera al actual presidente del Club, mi buen amigo Fernando Abellán, por la excelente organización.
Luego, tras la ducha, y antes de subir al escenario, esta vez, sólo a entregar trofeos, pudimos vivir un momento muy emocionante.
Recibir entre un pasillo de aplausos a mi admirado Don José María Chéliz, quien el día anterior de la media había cumplido 79 años y finalizaba su enésima media maratón.
Todo un ejemplo de persona.
Para acabar un día y un fin de semana atlético completo, nos reunimos en el recinto ferial a compartir una paella junto a compañer@s del Club y otros muchos corredores foráneos.
Ojalá esta historia, mi historia, continúe.

"Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener"














martes, 11 de junio de 2019

LA 130ª, Y.. RESISTIÉNDOME A DEJAR DE COMPETIR

Desde octubre del año pasado, no participaba en una media maratón (fue en la nocturna de Bilbao) y, desde nuestra San Silvestre, el último día del año, no me ponía un dorsal en el pecho.
Y es que mi vida, ha dado un giro enorme estos últimos meses y me ha sido,materialmente imposible mantener unos hábitos que, a poco que pueda, quiero seguir cuidando y mimando en mi día a día, porque me aportan muchísimo a nivel físico y emocional.
Ese cambio radical al que hago referencia, se debe a que, al día siguiente de esta carrera, el domingo 26 de mayo, concurriría por primera vez en mi vida a unas elecciones municipales como candidato a la alcaldía de mi ciudad..casi "ná".
Y no quise, ni pude tener mejor jornada de reflexión que yendo a correr una media maratón a Altorricón junto a mi buen amigo y compañero, Miguel Ángel Barfaluy.
A las cinco de la tarde de ese sábado, salimos desde Barbastro para llegar hasta el campo de fútbol de Altorricón en unos ,muy distraídos y amenos, cuarenta minutos.
A pesar de que, ni física, ni anímicamente estaba para muchas "historias", ver y sentir el cariño de muchos compañeros de otras localidades que somos habituales de este tipo de carreras eleva a uno la moral y te hace volver a sentir "humano", tras unos meses, en los que en mi nueva faceta "política" he podido percibir cosas que nada tienen que ver con los valores que se transmiten en el mundo del deporte, entre ellos, el respeto y la humildad.
Minutos antes de las 18:30 estamos ya situados en la zona de salida, el reducido grupo de corredores que vamos a participar en la distancia de media maratón, unos cuarenta corredores.
Se da la salida  e iniciamos, en subida, los primeros metros de la prueba, cruzando la carretera A-1240 e introduciéndonos por varias calles del centro de Altorricón, para salir, en poco tiempo, hacia los caminos colindantes.
Ahí en la subida me uno a un grupo de cuatro corredores que van a un ritmo parecido al que yo, en estos momentos, me puedo adaptar.
Pasado el primer kilómetro, dejamos el asfalto para comenzar a correr ya, por caminos.
En ese grupito me estoy encontrando cómodo y decido aguantar ahí hasta que las fuerzas, por uno u otro lado, acompañen.
Hoy he decidido disfrutar todo lo que pudiera corriendo, sin apenas mirar el reloj, y liberando mi cuerpo y mi mente de tanta tensión acumulada en los últimos meses.
El terreno no es nada duro, aunque se van alternando cortos tramos de subidas y bajadas.
En una de esas bajadas, me despego un poco del grupo, aunque hago por dejarme coger en la siguiente subida, por ir más acompañado.
Pero es, al finalizarla e iniciar de nuevo otro tramo en descenso cuando me vuelvo a ir unos metros de manera totalmente involuntaria.
Echo un vistazo al reloj por saber en qué kilómetro estamos y veo que hemos pasado el ocho, así que decido probar a ver cuánto aguanto ahí.
Poco a poco voy acercándome a una corredora, que según mis "cálculos" y lo que había percibido en la zona de salida, debe tratarse de la primera clasificada de la prueba.
No me resulta nada fácil darle alcance ya que, mis piernas, no tienen más "cambios" para ofrecerme y he de ir regulandome para no quemarme demasiado pronto.
Consigo ponerme a su altura y tras el saludo de cortesía, me comenta que lleva varios kilómetros con flato y dolor de estómago, nadie lo diría, con lo que me ha costado alcanzarla.
Se trata de Lisa Lladós, corredora habitual del equipo leridano Clos Pons Thai Runners con la que ya habíamos coincidido en otras carreras de la zona.
Nos acercamos ya a Algayón, ecuador de la carrera y nuevamente pisamos durante unos cuantos metros tramos de asfalto.
Hasta ahora, estos diez primeros kilómetros habían sido un rompe piernas, con continuas subidas y bajadas que impedían mantener el ritmo constante, pero ahora, y tras el avituallamiento en medio del pueblo, comenzamos un buen tramo en bajada, que ayuda a soltar piernas y avivar un poco el ritmo, algo que agradezco ya que, llevaba unos kilómetros bastante aletargado.
Los siguientes kilómetros hasta el catorce se me pasan muy rápidos, merced a la conversación que vamos llevando , lo favorable del terreno y un ritmo con el que, en la actualidad, me siento cómodo.
Es, aproximadamente, llegando al kilómetro quince, cuando Lisa me dice que ha de parar porque su estómago le está haciendo estragos.
Se aparte del camino y decido irme sólo.
Mi situación actual de carrera es:
Por delante llevo a otro corredor, bastante alejado, y por detrás veo a varios que, por unidades y disgregados, circulan a unos cuantos cientos de metros de mí...
Para mí 0 agobios.
Kilómetro diecisiete y llego a la Melusa, miro mi reloj, para hacerme una idea y veo que, a pesar de mi inactividad de los últimos meses, voy a bajar de la hora y cuarenta minutos, algo que en la salida, ni me podía imaginar.
Ahora sí que voy sintiendo la pesadez y la falta de kilómetros en mis piernas y soy consciente de que esos últimos cuatro mil metros se me van a hacer un poco largos.
Sin obsesionarme, en absoluto, y con el único objetivo de acabar la prueba, sigo manteniendo el ritmo hasta llegar a la entrada de Altorricón.
Ahí, de nuevo, piso asfalto y me dispongo a recorrer los últimos mil metros de la carrera.
Pese a que he recortado mucha distancia con el corredor que me precedía, me resulta imposible aumentar más mi ritmo, y por tanto, acercarme más a él, no hay problema.
Escucho más nitidamente la megafonía, giro a la derecha y encaro ya los últimos metros de la prueba, para cruzar la línea de meta de mi 130ª Media Maratón con un tiempo de 1h 37' 37" a una media de 4'46" por kilómetro..más que suficiente.
Tras la ducha, nos comemos un bocadillo de longaniza y nos bebemos una cerveza, más que merecidas, con Miguel Angel y regresamos a casa a descansar, antes de una jornada, la del domingo 26 de mayo, que a nivel personal, sería histórica.

PD: Una vez más, gracias a Manolo Susín por las fotos.

"La única forma de que un sueño se vuelva imposible, es abandonándolo"