martes, 15 de octubre de 2019

QUE NUNCA PIERDA ESTA ILUSIÓN...EN "CASA" CAYÓ LA 131

Si me dicen un año atrás que la siguiente media maratón de mi "pueblo" la iba a hacer siendo alcalde me habría carcajeado
Pero,como tantas cosas en la vida, uno nunca puede aferrarse a esa frase tan manida que dice :"de esta agua no beberé".
La última vez que me había presentado ante los 21097 metros había sido en Altorricón, el pasado mes de mayo, en el día de reflexión previo a las elecciones municipales y, desde entonces, mi vida ha dado un giro enorme.
Ese cambio tan radical ha supuesto una bajada importante de entrenamientos, sobre todo los de cierta calidad, y me he tenido que ir acostumbrando a salir a rodar a menor intensidad y con una finalidad más, terapéutica y psicológica que física.
Con estos "mimbres" llegaba al fin de semana de "mi" Medio Maratón, viéndolo, esta vez, desde el otro lado de la "barrera".
Esta nueva situación me permitió disfrutar muchísimo de las dos charlas que se organizaron, la de la nutricionista Ana Cardiel, y la del atleta invitado este año, el mítico Javier Moracho, además de una exitosa Milla Escolar, que batió el récord de inscritos en sus dieciséis ediciones.
El domingo, día de la carrera, me levanté a las seis de la mañana para acudir, una hora más tarde, a la zona de salida/meta para ayudar en lo que fuera preciso, principalmente en el montaje de toda la infraestructura, algo que pareció sorprender a algunos.
Creo que, lo extraño hubiera sido no haber estado nunca y ahora aparecer de manera interesada pero, estas tareas ya me había tocado hacerlas en las ocho ediciones en las que estuve metido hasta las "orejas" en la junta directiva del Club.
Además, los que me conocen saben que no se me caen los anillos por "remangarme" y ensuciarme un poco por trabajar y ayudar.
Cuando ya estuvo todo controlado y comenzaron a llegar a la zona corredores, tuve el privilegio de hacer algo que no había podido hacer en años anteriores...irme a desayunar con José Mari.
Un pincho de tortilla, con pan con tomate  y una Coca Cola, aunque hubiera preferido un buen vino, fue nuestro desayuno.
Pequeños placeres que te da la vida, ¡qué gustazo!.
Tras este momento de paz, regresé a la zona de salida y ahí comenzó una de esos momentos que más me gustan y más satisfacción personal me dan, poder saludar a tantos y tantos amig@s de este mundillo que uno ha ido haciendo a lo largo de todos estos años y con los que me une un vínculo y lenguaje especial.
Me hizo especial gracia, cuando me `preguntaban por el tiempo y ritmo con el que iba a salir, y al contestarles que me iba a ir con el guía de la hora y cuarenta y cinco minutos, se reían o me decían que estaba de "coña"...nada más lejos de la realidad.

Uno, que ya tiene creo, una cierta experiencia, sabe, o debería saber, en qué condición física se encuentra para ser realista y no hacer una "brabuconada" que a lo único que puede llevarle es a sufrir sin sentido.
Tras la tradicional foto junto a todos los compañeros/as del Club me dirijo hacia la zona de salida, en la que me acomodo tranquilamente en el centro del pelotón.
Llegan las diez de la mañana, suena la detonación de la pistola del juez y salimos.
Hacía muchos años que no me tomaba una salida con tanta tranquilidad y disfrutando del ambiente.

Poco antes de pasar el arco de meta, de inicio, llega a mi altura mi compañero de trabajo, Dani, que me pregunta por la idea que llevo de cara a la carrera y decide quedarse a mi lado.
Al llegar al kilómetro uno, en el Paseo del Coso, me espera mi Pauli para darme la gorra.
"Mi" gorra, esa que, no se me pregunte el porqué, necesito como si fuera un amuleto y con la que me siento, podría decir, que un poquito más protegido y seguro.
Vamos saliendo de Barbastro, subiendo por la Avenida de Navarra y pasando por debajo del puente de las Capuchinas, para llegar, kilómetro dos, al precioso, y pendiente de restaurar, Puente de Santa Fe.
Allí nos alcanza David que es quien está sirviendo como guía para los que quieren hacer esa
"horacuarentaycinco" que yo me había marcado.
Se pone a nuestra "vera", saliendo a la carretera comarcal y ahí, vamos ya, formando "grupeta".
Ha salido un día espectacular, muy soleado y con una temperatura alta, algo que nos tendrá que obligar a beber en todos los avituallamientos.
En este grupo, vamos varios corredores locales y la comunicación y las risas están fluyendo como si se tratara de una salida más de los domingos con mi querida "vieja guardia".
Al paso por el primer avituallamiento, en el kilómetro cinco, en el cruce de las bodegas, cojo botellín de agua, bebo un poco, me echo por la cabeza otro poco, y me lo guardo en la mano hasta el siguiente punto.
David está llevando un ritmo constante de 4'52 por kilómetro, lo que nos hace ir con un poquito de tiempo de reserva para el final, aunque el trabajo del guía es intentar ir siempre manteniendo una misma marcha sin ir a "trompicones".
Llegamos a Castillazuelo, donde tenemos el segundo avituallamiento de la prueba, tiro el botellín que llevaba en la mano y repito la misma operación que en el anterior.
Abandonamos temporalmente la población de Castillazuelo, con su fortaleza medieval del siglo XIII "mirándonos" desde lo alto y ponemos rumbo hacia Pozán de Vero, punto intermedio de la carrera.
En esos tres kilómetros que separan las dos localidades es cuando se inicia uno de los momentos que siempre me han gustado más de esta carrera...el cruce con el resto de participantes.
El reflejo de las motos y coches que abren carrera en la lejanía, marcan el inicio de ese rosario de corredores que están pugnando, por la victoria unos, una mejor marca otros, y finalizar esta exigente prueba, que son, somos,  la gran mayoría.
Los dos primeros son el jaqués Alberto Puyuelo (que a la postre sería el vencedor por segunda vez de nuestra carrera) y el catalán Xavi Tomassa.
¡Qué gusto da ver correr así!, uno siente una sana envidia, porque sabe que ni en sus mejores sueños podría llegar a asemejarse a ellos.
Distraídos, viendo y animando a todos aquellos que van en cabeza, vamos pasando esos kilómetros hasta que entramos en Pozán de Vero.
Allí, como casi marca la tradición, nos espera José Emilio Marcen, juez, presidente del Club durante cuatro años (2005/2009), vecino de Pozán y ante todo, buena persona, quien nos ofrece ,como siempre, un "trago" de vino del porrón que tiene en una buena sombra....¡qué tentación más grande!...pero va a ser que no.
Cruzamos Pozán por el centro del pueblo y, como uno es así de "chalao", me sale casi sin querer informar al resto del grupo del lugar exacto donde se encuentra el punto más alto de la prueba. (417 metros).
Un pequeño montículo ubicado en mitad de la Calle Barbastro que, aunque sea a modo imaginario, sirve como punto de inflexión de la prueba, ya que se haya en el kilómetro 10'5 de carrera.
Una vez pasado ese virtual "premio de la montaña", bajamos en dirección a la carretera donde está el siguiente avituallamiento que siempre está animadísimo por la gran cantidad de vecinos que allí se encuentran.
Nada más pasar el arco, Yago,que iba en el grupo, decide irse para bajar marca....
Por un momento se me pasa por la cabeza seguirlo pero, decido aguantar ahí y seguir disfrutando de la carrera como he estado haciendo hasta ahora.
Ahora llega el momento en el que somos nosotros, los que nos vamos cruzando y animando a tod@s aquell@s que van por detrás nuestro, y la verdad, para mí, siempre es algo que me gusta y con lo que disfruto.
El "grupo de David" se ha ido reduciendo tal y como han ido pasando los kilómetros, bien porque unos se han ido para adelante, bien porque otros se han quedad, pero los que estamos nos encontramos muy cómodos allí.
Debo decir que nuestro guía está siendo un auténtico "reloj suizo" y sus tiempos están siendo muy regulares a cada kilómetro.
Llegamos a Castillazuelo de nuevo, para entrar por la zona deportiva y llegar a una abarrotada y festiva Plaza de la Iglesia donde se nos ofrece el cuarto avituallamiento de la prueba.
Es normal que en los avituallamientos el grupo se descomponga un poco y más con el paso de los kilómetros, así que, en este, mientras salimos hacia la zona de la báscula, en el kilómetro catorce, forzamos una recomposición del máximo número de corredores.
Esto permite que alguno que se había quedado pueda enlazar, aunque sea momentáneamente, con nosotros.
Regresamos a la carretera comarcal para iniciar ya, los últimos siete kilómetros para llegar hasta la línea de meta.
Hacía mucho tiempo que no estaba disfrutando tanto de una carrera, sin apenas mirar el reloj, hablando constantemente con todos (¡qué pesado debo hacerme!) y con unas sensaciones físicas, muy lejos de las mejores, pero, por lo menos, sin sufrir en demasía.
Llegamos al kilómetro dieciséis y, por tanto, de nuevo, al avituallamiento del cruce de las bodegas (Viñas del Vero, Bodega Pirineos y Lalanne)...ya sólo nos quedan los últimos cinco kilómetros.
Es ya, en estos momentos, cuando empezamos a recoger corredores a los que se les está haciendo larga la carrera, y me vienen a la cabeza mis recuerdos del año anterior, donde tuve que pararme a andar hasta en tres ocasiones, por primera vez en toda mi "carrera", en lo que a medias maratones se refiere.
Sobre el kilómetro dieciocho llega ese momento que siempre me gusta compartir con aquellos con los que voy corriendo.
Ese instante en el que, al fondo, a lo lejos, aparece la Torre de nuestra Catedral y en la que siempre les digo eso de que.... "¡mirad, ya se ve la Catedral, esto, ya está hecho!".
Abandonamos la carretera y regresamos ya al Puente de Santa Fe donde se haya el penúltimo avituallamiento de la carrera, sigo cogiendo agua para beber y remojarme la cabeza un poquito, antes de iniciar nuestra mítica y "querida", subida del Silo.
Ese es el momento de regular, controlar el ritmo y echar el penúltimo resto que nos quede para poder llegar a los últimos mil metros de carrera lo mejor posible.
Allí, llegan, como cada año, los ánimos de mi amigo Chema antes de "coronar" esa subida bajo el puente de las Capuchinas.
Una vez que hemos llegado allí, tomamos un poco aire y cuando se inicia el descenso, las piernas se van solas hacia el kilómetro veinte en mitad de la Avenida de Navarra.
Dani se va del grupo para intentar mejorar tiempo, y a mí las piernas, también me piden un poco de "guerra".
Se lo digo a David y decido irme para disfrutar de esos últimos mil metros de "soledad" por mi ciudad.
Año tras año, recibir el aliento, el cariño y los ánimos que llegan desde el público a lo largo del Paseo del Coso, General Ricardos, Corona de Aragón y Avenida San José María Escrivá de Balaguer, le hacen poner a uno la carne de gallina.
He de decir, que la falta de kilómetros que llevo en las piernas en los últimos meses, han provocado que se me estén  haciendo un poco largos estos últimos tres mil metros de la carrera, pero, nada comparable a lo de hacía un año, en que estuve casi en situación crítica.

Finalizo ya Corona de Aragón y giro a la izquierda para iniciar ya, esos últimos doscientos metros hasta la línea de llegada.
Ahí, sí que me relajo y disfruto de ese momento único de recibir los aplausos y el aliento del público que siempre se ha portado tan bien conmigo.
Con las cariñosas palabras de mi buen amigo Pepe Badel, un año más, excelente speaker de la prueba,cruzo la línea de meta de mi 131 media maratón (19ª consecutiva en Barbastro) en un tiempo de 1h 44' 23", aunque esta vez, la marca era lo de menos y las sensaciones y el volverme a sentir corredor popular era lo de más.
Tras la llegada, tuve el lujo, para mí, de ser recibido por Javier Moracho y poder darle un abrazo y mi enhorabuena más sincera al actual presidente del Club, mi buen amigo Fernando Abellán, por la excelente organización.
Luego, tras la ducha, y antes de subir al escenario, esta vez, sólo a entregar trofeos, pudimos vivir un momento muy emocionante.
Recibir entre un pasillo de aplausos a mi admirado Don José María Chéliz, quien el día anterior de la media había cumplido 79 años y finalizaba su enésima media maratón.
Todo un ejemplo de persona.
Para acabar un día y un fin de semana atlético completo, nos reunimos en el recinto ferial a compartir una paella junto a compañer@s del Club y otros muchos corredores foráneos.
Ojalá esta historia, mi historia, continúe.

"Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener"














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